Capítulo
trece. La decisión.
Han pasado
varias semanas desde que Rafa se fue. Las chicas dicen que quizá se
equivocaron, que se me ve bien y que no he montado ningún numerito. Les oculto
que hablo con él casi a todas horas y que cada vez que huelo su perfume lo
recuerdo, que duermo con su reloj en mi muñeca y que el fin de semana próximo
iré a Madrid a verlo. Lo oculto porque no me gusta hablar de algo de lo que no
estoy segura, sé que mis sentimientos por Rafa han cambiado desde que no lo
veo, quizá se han magnificado por eso. También se que nuestra amistad funciona
muy bien y que como pareja soy muy complicada, todo se empeoraría, él ya me
avisó, no quiere complicaciones.
Cuando Rafa
me habla de otras chicas no siento celos porque la forma en la que habla de
ellas no es cariñosa, sólo las usa, como una vez su primo hizo conmigo. Le doy
mi opinión sobre las chicas con las que se acuesta e intento que se comporte de
la mejor forma para que ellas no lo pasen mal. A él le gusta escucharme porque
descubre cosas de las mujeres que le son desconocidas. Le digo que siempre
tiene que ser sincero sobre sus intenciones para evitar malos entendidos,
sincero pero con tacto.
Yo apenas
salgo, sólo cuando me obligan, que cada vez es menos porque Sindy y Fael se han
convertido en lapas y Amanda últimamente tiene mucho trabajo y el poco tiempo
libre lo emplea en Pedro. Estoy más cansada de la cuenta y paso el tiempo libre
durmiendo, Sindy me pregunta que si voy a hibernar en verano pero achaco mi
cansancio al calor, faltan apenas quince días para que comience el verano pero
en Sevilla siempre se anticipa.
Esta tarde
estoy trabajando con Silvia en urgencias. Estamos en la sala de curas.
-
Cris,
cuando termines con Daniel ¿Puedes ir por un bote de suero? – Pregunta Silvia que
ve como estoy terminando de curar la picadura de un niño que no para de llorar
cada vez que lo rozo.
-
Claro,
casi acabo – Respondo. – Pequeño, ahora te coloco el apósito y hasta dentro de
dos días. – Digo acariciándole la cabeza.
El niño me
mira con los ojos llenos de lágrimas y entre pucheros. Yo le acerco una
piruleta y consigo que sonría. El niño sale de la sala de curas con su madre,
me levanto para acercarle a Silvia un bote de suero, comienzo a ver la
estantería borrosa, la imagen se pone negra de repente y pierdo el equilibrio
cayendo desplomada en el suelo, Silvia que está atendiendo a una señora se gira
tras escuchar el estruendo de mi cuerpo contra el suelo y se acerca
rápidamente.
Abro los
ojos, la médica está comprobando mis reflejos pupilares con una pequeña
linterna. Estoy tumbada en una camilla y Silvia sujeta mi mano. En mi otro
brazo tengo una vía por la que entra el suero.
-
Cristina,
no te asustes, has sufrido una bajada de azúcar – Explica la médica.
-
Sí,
últimamente estoy muy cansada – Respondo mirando a Silvia.
-
Hay
algo que tengo que decirte – Dice la médica misteriosa. Silvia se muerde el
labio nerviosa. Yo las miro frunciendo el ceño, me incorporo. – Despacio,
tranquila – Me pide.
-
¿Qué
pasa doctora? ¿Tengo algo grave? – Comienzo a asustarme, he visto muchas veces
como médicos dan malas noticias a pacientes y todas esas noticias comienzan por
<< hay algo que tienes que saber>> . Silvia niega con la cabeza y
acaricia mi brazo.
-
Estás
embarazada. – Puedo sentir como mi mandíbula se desencaja. Silvia agarra fuerte
mi mano. No puedo articular palabra.
-
¿Embarazada?
Pero.. ¿Cómo? – Pregunto aturdida. – ¡Oh dios! ¿Estás segura? Debe de ser un
error. – La doctora me mira y asiente.
-
No
es ningún error Cristina, estás embarazada de cinco semanas.
Hace cinco
semanas de lo de Rafa, de lo de Rafa y de lo de Alex. Comienzo a llorar
desconsolada, la doctora intenta tranquilizarme pero solo consigue que llore
más fuerte.
Cuando todo parecía tomar un buen rumbo vuelve a torcerse. Silvia
me abraza. Cuando consigo relajarme Silvia me pide que me vaya a casa, que ella
me cubrirá. Yo la obedezco.
Entro en el
piso como una zombie. Sindy me mira extrañada porque suelo llegar más tarde y
apenas son las cinco. Me siento en el sofá sin apenas mirarla y comienzo a
llorar de nuevo. Ella se asusta porque piensa que algo malo ha ocurrido y no se
equivoca. Algo horrible ha ocurrido.
-
Cris,
¿Qué ocurre? ¿Es tu madre? ¿Rafa?
-
Estoy
embarazada – Quito mis manos de mi cara y me abrazo a ella que me mira con los
ojos fueras de sus órbitas. Siento mi respiración tan acelerada que creo que me
dará un infarto.
-
¿Embarazada?
-
Sí
– Sollozo
-
Dios
¿De quién?
-
No
lo sé – Lloro desesperada.
En menos de
veinte minutos Amanda está con nosotras y está al tanto de la noticia. Sindy
está histérica y yo también, Amanda anda de un lugar a otro del salón
intentando buscar una solución.
-
Tranquilas,
tranquilas, necesitamos pensar con claridad – Dice moviendo las manos. Yo no
dejo de llorar y Sindy resopla una y otra vez llevándose las manos a la cabeza.
-
Soy
una loca, una inconsciente, ¡soy lo peor! – Me digo apretando los puños.
-
Un
bebé, tienes ahí un bebé – Dice Sindy traumatizada señalándome la barriga.
-
Para
– Le pide Amanda que da un manotazo en su mano para que deje de apuntarme con
el dedo. – ¿Tan difícil era? – Amanda ha perdido los nervios, agarra mi cara – ¡Mírame!
– La miro sin parar de llorar - ¿Por qué no usaste protección?
-
Para
Amy – Sindy la agarra para que se aleje un poco de mi.
-
Me
quiero morir, me quiero morir – Sollozo.
-
Vale,
tregua, necesitamos unos minutos para poder pensar con claridad – Dice Amanda
que se encierra en mi habitación. Sindy se queda a mi lado abrazándome.
A los
minutos Amanda sale de mi habitación, yo estoy un poco más relajada, Amanda se
sienta a mi otro lado y me da un beso en señal de disculpa.
-
Cielo,
tienes que tomar una decisión – Dice Amanda cariñosa. La miro y asiento, sé
exactamente a lo que se refiere, ahora estoy a tiempo de decidir si quiero
tenerlo o no.
-
Es
de Rafa – Aclaro concisa.
-
Pero,
no estás segura, no usaste protección con ninguno de los dos – Dice Sindy.
-
Sé
que es de él. No me preguntéis cómo pero lo sé. – Amanda asiente intentando
comprenderme.
-
¿Vas
a contárselo? – Pregunta Sindy.
-
Primero
tendrá que decidir si va a tenerlo o no – Interrumpe Amanda.
-
Y
¿cómo se supone que decido eso? – Pregunto confusa.
-
Pues
dándote tiempo, pensando en ti con un bebé..
-
Sobre
todo tienes que pensar en el bebé. ¿Estás preparada para hacerte cargo de una
criatura? – Amanda me mira con sus ojos y esta vez no garantizan que todo
saldrá bien.
Sé que ambas
creen que lo mejor es que aborte pero siempre he estado en contra del aborto. Tengo
veintiséis años, he cuidado de mi madre sola, sé que podré cuidar de un bebé,
lo que no sé es si quiero hacerlo. Sentir la presión de las miradas de ambas me
está poniendo nerviosa y mis pensamientos están cortocircuitando.
-
No
sé, necesito descansar – Digo y me levanto para dirigirme a mi habitación...