6.18.2015

Dieciochodejunio

Capítulo cinco. Un Dios del destino.

He pasado varias horas delante de mi armario para no equivocarme con la elección del vestuario, quiero causar buena impresión, parecer sofisticada y también quiero estar cómoda. He elegido unos pantalones tobilleros azul marino y una blusa de media manga celeste, unos zapatos rojos de tacón ancho a juego con el bolso de bimba y lola. No me gusta ir muy maquillada a trabajar pero la ocasión lo merece. Labios rojos y línea del ojo bien marcada. Llevo el pelo suelto con el flequillo hacia un lado. Cuando me he mirado en el espejo antes de salir me he visto guapa.

Salgo con tiempo suficiente para no tener que darme mucha prisa. Es totalmente de día y los establecimientos comienzan a abrir. En la acera de enfrente hay una frutería, es la típica frutería pequeña de barrio con todas sus variedades de fruta en el acerado. Paco, el dueño de la frutería, un señor bajito, regordete y alopécico está colocando cuidadosamente la fruta. Lleva un mandril blanco que se ajusta a su prominente barriga. 

-          Buenos días miarma, lo más bonito que ha parío madre – El hombre se gira hacía mí que lo saludo con una enorme sonrisa en mis labios.

Paco me ha cuidado mucho desde que llegué a este barrio, hace unos ocho meses. Es viudo y vive solo en el bloque de enfrente. Sindy y yo siempre le compramos la fruta a él porque puedo afirmar sin equivocarme que es la fruta más rica de toda la zona y hay una extensa variedad.

-          Buenos días Paco – Me paro delante de él que se acerca para darme dos besos.

-          Hija mía, cada día estás más guapa.

-          Eso es usted, que me mira con buenos ojos.

Paco se gira para coger una bolsita de uno de sus estantes y me la tiende.

-          Tengo unas fresas que quitan toelsentío. Llévatelas para reponer fuerzas.

Se lo agradezco y sigo mi camino. Hoy es uno de esos días duros de trabajo porque me toca en urgencias, y cuando toca urgencias no tenemos un respiro en toda la mañana. Para mi consuelo, Silvia estará conmigo y podrá amenizarme la mañana.

Entro en el vestuario para colocarme el pijama de trabajo y me encuentro con Silvia. Ahí está, ondeando su melena oscura y rizada, siempre me ha gustado su pelo, es el típico rizo cerrado de africana. Es tan bajita y menuda que no aparenta los treinta años que tiene. Me mira con sus enormes ojos negros y se lanza hacia mí para abrazarme mientras lanza un gritito. Está un poco loca pero me divierto mucho con ella, nos compenetramos bien.

-          Ayer fue un infierno sin ti – Confiesa Silvia con su pijama a medio abrochar. – Las de planta me mandaron de un sitio a otro como si fuese una novata, ¿qué se creen? – Continúa antes de que pueda abrir la boca para decirle algo. Le sonrío.

-          Son unas brujas, pero tranquila, he vuelto – Bromeo apretándola con fuerza entre mis brazos.

-          Antes de empezar un café, corto ¿va? – Propone despegándose de mí y colocando su ropa en la taquilla. Se gira para observarme de arriba abajo. Asiento y me dirijo a mi taquilla. – Un momento, ¿por qué vas tan guapa? – Normalmente no uso tacón para venir al trabajo, ni maquillaje tan llamativo.

-          Pues... – Comienzo enigmática con una sonrisa pilla en mis labios rojos.

-          ¡¡Ahh!! No me lo puedo creer. ¿Quién es? ¿El cardiólogo jovencito?

-          ¡No! – Niego rotundamente escandalizada. El cardiólogo es Arturo, un antiguo amigo del colegio al que estoy ayudando a integrarse en el hospital porque acaba de llegar, Silvia quiere emparejarme con él porque dice que es un partizado, pero a mí me parece feo. Es bajito y muy delgado, sus ojos parecen los de un sapo y cuando ríe su tono aumenta varios decibelios por encima de lo normal, irritante. – Lo conocí en la boda, es amigo de mi prima Elena. – Comienzo a colocar mi ropa en la taquilla y ponerme el pijama. Silvia se coloca a mi lado interesada en conocer más datos.

-          En las bodas siempre se encuentra el amor – Dice entusiasmada mientras junta sus manos - ¿Y?

-          Y nada, quiere comer conmigo hoy. – Cierro de un portazo la taquilla. – Vamos por el café ¿no?

-          No, no, no. Cuéntame más o una foto, ¿es guapo? – Saco mi móvil y busco su foto del perfil de whatsapp. Silvia abre sus ojos como platos. La verdad es que sale muy guapo, con su pelo muy corto y su varonil barba, sujetando al cachorrito. Ahora que lo veo de nuevo se le marcan los músculos de los brazos. En la foto no sonríe y eso lo hace parecer más sexy. – Dios, está cañón.  – Nos reímos.

Salimos de los vestuarios hacia una sala que hay al final del pasillo donde tenemos una cafetera y un frigorífico. Hemos puesto un bote entre todos los enfermeros y vamos comprando lo necesario para desayunos, meriendas o picar algo cuando apriete el hambre. Es una sala grande con una enorme mesa en el centro rodeada de sillas. Todo es blanco y lo que más me gusta es que en esta sala no huele a hospital, huele a café y tostadas. Varios compañeros están desayunando mientras leen el periódico o hablan entre ellos. Silvia y yo saludamos y nos servimos dos tazas de café. Ambas sabemos que necesitamos una buena dosis de cafeína para aguantar la mañana.  

-          ¿Cómo lo conociste? – Pregunta en un susurro Silvia mientras doy un sorbo a mi taza de café.

-          Pues estábamos sentados en la misma mesa, nos presentamos y ya. – Respondo quitándole importancia.

-          Estabas tan pedo que no te acuerdas ¿eh? – Dice con una sonrisa pilla mientras golpea mi brazo varias veces. No puedo evitar reírme.

-          Eso fue después. – Me río. Si yo te contase que terminé en la cama del primo, que tampoco está nada mal.

-          Joder Cris, una no conoce a un dios del destino y ya.

-          Pues a veces sí, cotilla. – Me levanto de la mesa y lavo mi taza.  Silvia me sigue y hace lo mismo.

La mañana transcurre tal y como esperábamos, mucho trabajo y algún que otro susto, lo normal para un hospital tan grande como éste. He mandado un mensaje a Amanda para ponerla al día de mi encuentro con Alex a lo que me ha respondido varios iconos de palmadas y la gitana bailando. Quiere que cuando salga la llame para que le cuente todo con detalles.

A medida que mi reloj se va acercando a las dos, mis nervios van aumentando considerablemente. Normalmente tomo el descanso a la una y media, nunca tardo más de una hora, suelo ir a casa y volver o me quedo en la cafetería con Silvia, pero aquel día retrasaría mi comida a las dos para volver sobre las tres; un día es un día.

Cuando se acerca la hora, Silvia me cubre para que pueda ir a vestirme de calle y me desea suerte. Yo le doy las gracias con un beso en la mejilla. En menos de diez minutos ya estoy lista de nuevo, me he retocado un poco el maquillaje y colocado el pelo.

Ya son las dos y no he recibido ningún mensaje suyo, quedamos aquí, pero el hospital es muy grande, ¿y si no viene? Por un momento el pánico se apodera de mi a medida que voy avanzando por el jardín del hospital hacia la avenida principal. Antes de que pueda girar para salir a la avenida lo veo sentado en un banco. Va con un traje de chaqueta gris marengo y una camisa blanca, también lleva corbata. Habla por teléfono mientras me levanta la mano para que lo vea. Me ha dado un vuelco el corazón, me palpita tan rápido que parece que se me va a salir del pecho. Tranquila Cris tan solo es un dios del destino. ¿Qué?. Mataré a Silvia.

A medida que me acerco a él verifico lo guapo que es. Su barba perfectamente cuidada, sus ojos negros, su piel morena. Entre sus piernas custodia una bolsa blanca. Antes de que llegue a él se guarda el teléfono en el bolsillo de su chaqueta mientras se levanta. Qué bien le sienta el traje. Me sonríe. Le sonrío.

-          Te esperaba con el uniforme de enfermera – Alex rompe el hielo mientras me agarra con una de sus manos la cintura y con la otra me aparta el pelo para darme un beso en la mejilla. Me sonrojo.

-          Ya veo que tú no te has molestado en quitarte tu uniforme para causarme buena impresión – Bromeo. Él sonríe simpático.

-          Estoy seguro que tu uniforme me habría causado mejor impresión. – Dice pillo mientras coloca una mano en mi espalda y comenzamos a andar. Lo miro agitando mis pestañas y negando con la cabeza mientras él asiente cerrando los ojos. – Espero que te guste la comida china. – Alza la bolsa que carga en una de sus manos.

-          Pensé que te atreverías con el puré de espinacas.


-          Odio las espinacas – Susurra acercando sus labios a mi oreja. Ambos reímos, aclaro que mi risa es nerviosa...

5 comentarios:

  1. Ay Dios, ¡que ya ha aparecido oficialmente Alex! A ver como le va a Cris con él. Sigue gustándome mucho más Rafa, así que ahora a Alex le toca sorprenderme jajajajaja. El frutero me ha encantado, 100% sevillano, vamos!
    Tu historia si que quita toelsentío ^^
    Un besito guapísima

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaj yo estaba muy nerviosa porque hoy aparecía a ver la bienvenida que le dabas!!
      Muchas gracias, eres un sool :):)
      Un beso corazón!

      Eliminar
    2. Bueno, bueno, nada de nervios, aún quiero a Alex un poco ^^
      Ya queda menos para un nuevo post, bieeen <3
      Un besito

      Eliminar
  2. Ains ya esta ahí Alex!! Nos cautivará tanto como su primo???? Nervios por saber mas!! Besitos

    ResponderEliminar