Capítulo
cinco. Un Dios del destino.
He pasado
varias horas delante de mi armario para no equivocarme con la elección del
vestuario, quiero causar buena impresión, parecer sofisticada y también quiero
estar cómoda. He elegido unos pantalones tobilleros azul marino y una blusa de
media manga celeste, unos zapatos rojos de tacón ancho a juego con el bolso de
bimba y lola. No me gusta ir muy maquillada a trabajar pero la ocasión lo
merece. Labios rojos y línea del ojo bien marcada. Llevo el pelo suelto con el
flequillo hacia un lado. Cuando me he mirado en el espejo antes de salir me he
visto guapa.
Salgo con
tiempo suficiente para no tener que darme mucha prisa. Es totalmente de día y
los establecimientos comienzan a abrir. En la acera de enfrente hay una
frutería, es la típica frutería pequeña de barrio con todas sus variedades de
fruta en el acerado. Paco, el dueño de la frutería, un señor bajito, regordete
y alopécico está colocando cuidadosamente la fruta. Lleva un mandril blanco que
se ajusta a su prominente barriga.
-
Buenos
días miarma, lo más bonito que ha parío madre – El hombre se gira hacía mí
que lo saludo con una enorme sonrisa en mis labios.
Paco me ha
cuidado mucho desde que llegué a este barrio, hace unos ocho meses. Es viudo y
vive solo en el bloque de enfrente. Sindy y yo siempre le compramos la fruta a
él porque puedo afirmar sin equivocarme que es la fruta más rica de toda la
zona y hay una extensa variedad.
-
Buenos
días Paco – Me paro delante de él que se acerca para darme dos besos.
-
Hija
mía, cada día estás más guapa.
-
Eso
es usted, que me mira con buenos ojos.
Paco se gira
para coger una bolsita de uno de sus estantes y me la tiende.
-
Tengo
unas fresas que quitan toelsentío. Llévatelas
para reponer fuerzas.
Se lo
agradezco y sigo mi camino. Hoy es uno de esos días duros de trabajo porque me
toca en urgencias, y cuando toca urgencias no tenemos un respiro en toda la
mañana. Para mi consuelo, Silvia estará conmigo y podrá amenizarme la mañana.
Entro en el
vestuario para colocarme el pijama de trabajo y me encuentro con Silvia. Ahí
está, ondeando su melena oscura y rizada, siempre me ha gustado su pelo, es el
típico rizo cerrado de africana. Es tan bajita y menuda que no aparenta los
treinta años que tiene. Me mira con sus enormes ojos negros y se lanza hacia mí
para abrazarme mientras lanza un gritito. Está un poco loca pero me divierto
mucho con ella, nos compenetramos bien.
-
Ayer
fue un infierno sin ti – Confiesa Silvia con su pijama a medio abrochar. – Las
de planta me mandaron de un sitio a otro como si fuese una novata, ¿qué se
creen? – Continúa antes de que pueda abrir la boca para decirle algo. Le
sonrío.
-
Son
unas brujas, pero tranquila, he vuelto – Bromeo apretándola con fuerza entre
mis brazos.
-
Antes
de empezar un café, corto ¿va? – Propone despegándose de mí y colocando su ropa
en la taquilla. Se gira para observarme de arriba abajo. Asiento y me dirijo a
mi taquilla. – Un momento, ¿por qué vas tan guapa? – Normalmente no uso tacón
para venir al trabajo, ni maquillaje tan llamativo.
-
Pues...
– Comienzo enigmática con una sonrisa pilla en mis labios rojos.
-
¡¡Ahh!!
No me lo puedo creer. ¿Quién es? ¿El cardiólogo jovencito?
-
¡No!
– Niego rotundamente escandalizada. El cardiólogo es Arturo, un antiguo amigo
del colegio al que estoy ayudando a integrarse en el hospital porque acaba de
llegar, Silvia quiere emparejarme con él porque dice que es un partizado, pero
a mí me parece feo. Es bajito y muy delgado, sus ojos parecen los de un sapo y
cuando ríe su tono aumenta varios decibelios por encima de lo normal,
irritante. – Lo conocí en la boda, es amigo de mi prima Elena. – Comienzo a
colocar mi ropa en la taquilla y ponerme el pijama. Silvia se coloca a mi lado
interesada en conocer más datos.
-
En
las bodas siempre se encuentra el amor – Dice entusiasmada mientras junta sus
manos - ¿Y?
-
Y
nada, quiere comer conmigo hoy. – Cierro de un portazo la taquilla. – Vamos por
el café ¿no?
-
No,
no, no. Cuéntame más o una foto, ¿es guapo? – Saco mi móvil y busco su foto del
perfil de whatsapp. Silvia abre sus ojos como platos. La verdad es que sale muy
guapo, con su pelo muy corto y su varonil barba, sujetando al cachorrito. Ahora
que lo veo de nuevo se le marcan los músculos de los brazos. En la foto no
sonríe y eso lo hace parecer más sexy. – Dios, está cañón. – Nos reímos.
Salimos de
los vestuarios hacia una sala que hay al final del pasillo donde tenemos una
cafetera y un frigorífico. Hemos puesto un bote entre todos los enfermeros y
vamos comprando lo necesario para desayunos, meriendas o picar algo cuando
apriete el hambre. Es una sala grande con una enorme mesa en el centro rodeada
de sillas. Todo es blanco y lo que más me gusta es que en esta sala no huele a
hospital, huele a café y tostadas. Varios compañeros están desayunando mientras
leen el periódico o hablan entre ellos. Silvia y yo saludamos y nos servimos
dos tazas de café. Ambas sabemos que necesitamos una buena dosis de cafeína
para aguantar la mañana.
-
¿Cómo
lo conociste? – Pregunta en un susurro Silvia mientras doy un sorbo a mi taza
de café.
-
Pues
estábamos sentados en la misma mesa, nos presentamos y ya. – Respondo
quitándole importancia.
-
Estabas
tan pedo que no te acuerdas ¿eh? – Dice con una sonrisa pilla mientras golpea mi
brazo varias veces. No puedo evitar reírme.
-
Eso
fue después. – Me río. Si yo te contase que terminé en la cama del primo, que
tampoco está nada mal.
-
Joder
Cris, una no conoce a un dios del destino y ya.
-
Pues
a veces sí, cotilla. – Me levanto de la mesa y lavo mi taza. Silvia me sigue y hace lo mismo.
La mañana
transcurre tal y como esperábamos, mucho trabajo y algún que otro susto, lo
normal para un hospital tan grande como éste. He mandado un mensaje a Amanda
para ponerla al día de mi encuentro con Alex a lo que me ha respondido varios
iconos de palmadas y la gitana bailando. Quiere que cuando salga la llame para
que le cuente todo con detalles.
A medida que
mi reloj se va acercando a las dos, mis nervios van aumentando
considerablemente. Normalmente tomo el descanso a la una y media, nunca tardo
más de una hora, suelo ir a casa y volver o me quedo en la cafetería con
Silvia, pero aquel día retrasaría mi comida a las dos para volver sobre las
tres; un día es un día.
Cuando se
acerca la hora, Silvia me cubre para que pueda ir a vestirme de calle y me
desea suerte. Yo le doy las gracias con un beso en la mejilla. En menos de diez
minutos ya estoy lista de nuevo, me he retocado un poco el maquillaje y
colocado el pelo.
Ya son las
dos y no he recibido ningún mensaje suyo, quedamos aquí, pero el hospital es
muy grande, ¿y si no viene? Por un momento el pánico se apodera de mi a medida
que voy avanzando por el jardín del hospital hacia la avenida principal. Antes
de que pueda girar para salir a la avenida lo veo sentado en un banco. Va con
un traje de chaqueta gris marengo y una camisa blanca, también lleva corbata. Habla
por teléfono mientras me levanta la mano para que lo vea. Me ha dado un vuelco
el corazón, me palpita tan rápido que parece que se me va a salir del pecho.
Tranquila Cris tan solo es un dios del destino. ¿Qué?. Mataré a Silvia.
A medida que
me acerco a él verifico lo guapo que es. Su barba perfectamente cuidada, sus
ojos negros, su piel morena. Entre sus piernas custodia una bolsa blanca. Antes
de que llegue a él se guarda el teléfono en el bolsillo de su chaqueta mientras
se levanta. Qué bien le sienta el traje. Me sonríe. Le sonrío.
-
Te
esperaba con el uniforme de enfermera – Alex rompe el hielo mientras me agarra
con una de sus manos la cintura y con la otra me aparta el pelo para darme un
beso en la mejilla. Me sonrojo.
-
Ya
veo que tú no te has molestado en quitarte tu uniforme para causarme buena
impresión – Bromeo. Él sonríe simpático.
-
Estoy
seguro que tu uniforme me habría causado mejor impresión. – Dice pillo mientras
coloca una mano en mi espalda y comenzamos a andar. Lo miro agitando mis
pestañas y negando con la cabeza mientras él asiente cerrando los ojos. –
Espero que te guste la comida china. – Alza la bolsa que carga en una de sus
manos.
-
Pensé
que te atreverías con el puré de espinacas.
-
Odio
las espinacas – Susurra acercando sus labios a mi oreja. Ambos reímos, aclaro que mi risa es nerviosa...
Ay Dios, ¡que ya ha aparecido oficialmente Alex! A ver como le va a Cris con él. Sigue gustándome mucho más Rafa, así que ahora a Alex le toca sorprenderme jajajajaja. El frutero me ha encantado, 100% sevillano, vamos!
ResponderEliminarTu historia si que quita toelsentío ^^
Un besito guapísima
jajaj yo estaba muy nerviosa porque hoy aparecía a ver la bienvenida que le dabas!!
EliminarMuchas gracias, eres un sool :):)
Un beso corazón!
Bueno, bueno, nada de nervios, aún quiero a Alex un poco ^^
EliminarYa queda menos para un nuevo post, bieeen <3
Un besito
Ains ya esta ahí Alex!! Nos cautivará tanto como su primo???? Nervios por saber mas!! Besitos
ResponderEliminarYa iremos viendo :)
EliminarUn beso guapísima!