Veintedejunio

...Cuando Rafa llama al timbre me ha dado tiempo a darme una ducha y colocarme el pijama de vaquitas rosas. Me encanta este pijama aunque no me lo pondría para conquistar a ningún chico, es tan cómo y calentito.

Abro la puerta y ahí está Rafa. Viste unos vaqueros desgastados y una camiseta Gap blanca de manga corta, enseña sus musculosos brazos con los que agarra una bolsa. Su característico pelo rubio peinado hacia atrás en un leve tupé. Me mira de arriba abajo con sus ojos llenos de verde incredulidad. Una sonrisa asoma entre sus labios aunque la contiene. Supongo que busca una explicación a mi pijama.

-          Llevo un día de mierda – Aviso mientras le arrebato la bolsa y me dirijo hacia la mesa del salón. La abro y veo una amplia variedad de chocolates milka y nutella. Qué goloso es. Qué suerte.

-          Normal... – Susurra entre dientes. Sé que está deseando bromear sobre mi pijama, ya lo voy conociendo. – Esperaba que me recibieses con ese uniforme de enfermera, ese que es blanco y.. el liguero.. – Hace señas con sus manos a la altura de sus muslos simulando una falda y sobre su camiseta como si tuviese pechos. – Con una cruz roja en la cabeza – Y se lleva las manos a la cabeza reconstruyendo un gorro imaginario. Lo miro desafiante conteniéndome la risa. - ... o esa bata blanca cortita – Sigue haciendo movimientos con las manos con un gesto simpático en su cara. - Mi primo no te ha visto así ¿no? – Pregunta serio levantando las cejas y señalando mi atuendo.

Me miro el pijama, es verdad que tiene unos cuantos años pero estoy cómoda con él. Puede que para una chica de veintiséis años sea un poco patético pero ¿Qué demonios? A mí me gusta.

-          Serás repelente. – Le lanzó uno de los cojines de flores de mi sofá. – Deja de reírte de mí. Claro que no me ha visto así. – Ambos reímos.

-          Relájate vaquita. – Dice divertido mientras se acomoda a mi lado en el sofá. Se acerca hasta darme un beso en la mejilla. – No me has saludado. – Reprocha.

-          Gracias por el chocolate – Abro una de las tabletas de chocolate y comienzo a comer.

-          ¿Un mal día entonces? – Asiento mientras le pongo ojos de cordero degollado. Él hace un puchero y me abraza mientras sigo devorando el chocolate. – Bueno seguro que se puede arreglar, aún tenemos tiempo. Cuéntame ¿Qué tal con mi primo? – Se levanta para dirigirse al  frigorífico y coger una cerveza. Rebufo.

-          Es muy raro. A ver.. todo iba bien, estuvimos hablando de nada en particular y al despedirnos me dio un beso.

-          ¿Sí? Eso es bueno ¿no? – Se vuelve a sentar a mi lado.

-          Pero no un beso, un pico Rafa. Yo creo que no le gusto, porque yo le puse morritos y se alejó. – Rafa se ríe de mí. Alex tuvo que verme patética desde aquella perspectiva por lo menos yo me sentí muy patética desde la mía. – No te rías imbécil. – Frunzo el ceño y miro hacia delante, continúo con el chocolate. – Y no sé nada de él. No sé, un típico mensaje con “que bien me lo he pasado” o “ quiero repetir”. Lo normal ¿no? – Lo miro esperando que me dé la razón pero me mira encogiéndose de hombros. No me había fijado lo bien que le queda la camiseta blanca y qué hombros tan anchos tiene.

-          ¿Un pico? – Se ríe. - ¿Qué le pasa? Hace demasiado tiempo que no aprende de mí.

-          Pero, que ¡¿por qué no me habla?! – Y le pongo mi móvil delante de su cara, abriendo los ojos como una loca desesperada.

-          ¿Por qué no le hablas tú?

-          No, ni hablar. El protocolo dice que me tiene que hablar él.

-          El protocolo ese es del siglo diecinueve.

-          Da igual. No hablemos más de Alex. ¿Qué tal tu día? – Le sonrío para después acomodarme en su hombro.

-          ¿Un pico? – Vuelve a reírse.

-          ¡Para! – Me incorporo y le atizo en el brazo. Él me saca la lengua satisfecho por haber conseguido enfadarme.

      Mi humor ha cambiado gracias a Rafa, le estoy empezando a tener cariño y lo pasamos bien. Ha cedido a ver conmigo la última temporada de Gossip girl  y es una situación graciosa ver como un hombre de metro noventa y tan corpulento pregunta cosas sobre zapatos, bolsos de marca, la jet set y todas esas cosas. Está interesado realmente por entender la serie pero por mucho que le explico le surgen más dudas y al final acabo riéndome de él y sus ocurrencias. 

      Nos hemos puesto hasta arriba de chocolate y cerveza, una mezcla un tanto extraña. Estoy acomodada en su duro pecho y noto como mis párpados pesan cada vez más.

-          Cris, debería irme – Susurra apartándome el pelo de la cara.

-          No, no, no me dejes sola por favor – Suplico medio en sueños. Me mira tierno y me coge en brazos hasta llevarme a mi cama. Me tapa y besa mi frente. Lo miro y ronroneo – Quédate conmigo. - Parece que se lo piensa. Resopla y veo como se quita las new balance y los pantalones.

Se mete entre mis sábanas y me acurruco a él. Me acaricia la espalda. Sus manos son tan grandes que me siento pequeña y protegida a su lado. No me siento frágil, ni tonta, ni triste; me siento Cristina, más Cristina que nunca. Sin decirme nada hace que sienta que todo saldrá bien. Los latidos de su corazón me garantizan que nada malo va a ocurrir jamás. Quizá es lo que siempre he necesitado, quizá lo que necesitaba era soltar los mandos de mi vida, dejar de planificar cada momento por pequeño que fuese y vivir. Vivir.

-          No te acostumbres Cris, no soy de piedra. – Se tensa bajo mi piel. Estoy tan cansada que no puedo contestarle.

Me duermo con su olor. One million. Sintiendo su calor, hacía tiempo que no notaba tan cerca a alguien. Eso me recuerda que no me gustan las noches, no me gusta dormir sola, en la noche es cuando realmente me doy cuenta de lo sola que me siento. Solo por esta noche no me siento así. Solo por esta noche no estoy sola. Una noche.