6.16.2015

Dieciseisdejunio

...Terminaba de hacer la tarea para el lunes, a mis padres no les gustaba que dejase los deberes para el último momento pero con el buen tiempo es lo último que me apetecía en el fin de semana; allí estaba, a última hora de un domingo terminando mis deberes de biología.

Podría decirse que últimamente las cosas no iban bien en casa, aunque todos hacíamos como si no pasase nada. Mamá estaba saliendo de un cáncer de mama contra el que llevaba luchando casi un año, estaba muy irascible; papá y yo evitábamos los encontronazos con ella porque sabíamos que era la que peor lo estaba pasando, aunque a todos nos afectase de algún modo.

Mi madre es una persona muy fuerte, sobre todo de carácter. Había mutado a una persona solitaria y gritona, ya no la recordaba sonriente y feliz, eso nos apenaba a mi padre y a mí aunque evitásemos mostrarlo. Hacía tiempo que no dormía, se pasaba la noche mirando la televisión, su mirada estaba fija en la pantalla pero sabía que no le prestaba atención, buscaba el modo de encontrarse dentro de lo que se había convertido, todos la buscábamos. Todos pensábamos demasiado en ella.

Mi padre había aprendido a cocinar y planchar, yo lo ayudaba a limpiar la casa e íbamos juntos a la compra. La verdad es que éramos un desastre, pero lo intentábamos. Mi madre siempre nos gritaba cuando no hacíamos las cosas como ella quería, pero no se lo teníamos en cuenta. Sabíamos que era muy duro.

Mi padre también había perdido la sonrisa, hacía tiempo que no era el mismo. Ya no hacía bromas de lo cotidiano ni íbamos al cine, parecía como si él también estuviese cansado de vivir. Cuando no estaba trabajando, estaba con la mente puesta en otro lugar, divagaba de un sitio a otro como si una idea estuviese naciendo en su mente. Cada vez nos costaba más tratar bien a mi madre que descargaba sobre nosotros toda su frustración. Cada vez éramos menos comprensivos.

Mi padre y yo nos apoyábamos porque estábamos en la misma situación. No hablábamos todo lo que deberíamos pero a veces tan solo con mirarnos sabíamos qué queríamos decirnos. Respira hondo. Aguanta. Era un buen marido, y un buen padre.  No es que mi madre no lo fuese, solo que no había sabido enfocar la situación, pero para eso están las familias.

Aquel domingo había puesto la música alta para no escuchar los gritos de mi madre, el tratamiento la tenía muy dolorida y no paraba de gritar. Vomitaba y mi padre iba de aquí para allá limpiando e intentando calmarla. Aquellos momentos me ponían la piel de gallina, mi padre lo sabía por eso me pedía que no saliese de la habitación. Estaba segura de que el infierno era semejante a aquello.

De repente no se escuchaba nada. Pensé que habría conseguido calmarla. Apagué la música. Escuchaba ruidos de armarios y cajones, pero no los gritos de mi madre, eso me extrañó.

-          ¡No puedo más! ¡Se acabó!. – La voz ronca de mi padre retumbó entre las paredes de nuestra casa.

-          Eres un cobarde – Sollozó mi madre.

Salí de mi habitación y me dirigí hacia la habitación que antes había sido de mis padres, ahora solo dormía él mientras mi madre pasaba las horas en el salón. Cuando llegué al marco de la puerta pude ver a mi madre de pie, estaba tan delgada... Un pañuelo adornaba su desnuda cabeza y vestía un chándal viejo color oscuro. Estaba pálida y unas ojeras adornaban sus tristes ojos grises. Apoyaba las dos manos sobre la cama donde mi padre había colocado una maleta y metía ropa sin mirarla.

Mi padre también estaba muy delgado, había dejado crecer su barba para que no viésemos que el cáncer también estaba acabando con él, pero la tristeza que desprendían sus ojos color miel era suficiente para saberlo. Me sorprendió ver a mi madre rota, llorando, últimamente solo la veía enfadada. Los papeles se tornaron, mi padre ahora era el enfadado. Le brillaban los ojos pero no le vi derramar ni una sola lágrima aquel día.

-          Sólo has pensando en ti, lo has terminado de romper. – Decía mi padre mientras seguía metiendo ropa dentro de la maleta. Mi madre no respondía, supongo que estaba de acuerdo pero ¿Qué podía hacer? No le quedaban fuerzas para hacerlo mejor. – No puedo Paula, no puedo. Ya no eres, no somos.

-          No quiero que te quedes por pena, ¡lárgate si es lo que quieres!. Si el cáncer no ha terminado conmigo no creas que tú lo harás.

En aquel momento ambos se percataron de que estaba delante de ellos. Me miraron. Mi mirada también era de tristeza; no sabía que podíamos llegar a aquel punto pero la situación cada vez era más insostenible y aunque a mis quince años aquello era difícil de entender sabía que cuando echas demasiada agua en un vaso, rebosaba y aquel vaso llevaba mucho tiempo rebosando.

-          ¿Papá? – Fue lo único que pude articular entre lágrimas. Mi padre paró para mirarme y se acercó a mí.

-          Cris, mi vida. – Me abrazó, no supe que sería nuestro último abrazo. – Tienes que cuidar de mamá, ella te necesita.

-          ¡No!, no cargues sobre ella esa responsabilidad – Gritó mi madre desde la cama donde estaba sentada secándose las lágrimas.

-          Sé que lo harás muy bien. Tú eres más fuerte que yo. – En ese momento lo odié, pensé que era un cobarde. ¿Cómo podía dejarme toda esa responsabilidad? Éramos una familia ¿no? ¿Por qué se iba?

-          ¿Dónde vas? – Pregunté con un hilo de voz.

-          Cariño eso no importa, sólo dime que cuidarás de las dos. – Asentí con la cabeza, supongo que mi subconsciente estaba deseando que aquel momento pasase, estaba en shock.

Vi como mi padre terminaba de recoger sus cosas para marcharse por la puerta, después me quedé parada en la entrada viendo como su coche se alejaba, me quedé ahí parada durante una hora. Tardé una hora en reaccionar.

Cuando me di cuenta no quedaba un solo ápice de nuestra familia. Solo sentí el eco de lo que una vez fuimos, una familia feliz. Un eco que retumbaba día tras día y noche tras noche. Aquel día crecí de repente. Nunca más supe nada de mi padre, algunas vecinas comentaban que lo había visto en un pueblo vecino, o que se había ido al norte. Habladurías. Yo estaba muy furiosa, cada día más. Me sentía abandonada ¿por qué no me había llevado con él? ¿Por qué no se preocupaba por nosotras?. Demasiadas preguntas en mi cabeza que jamás se responderían.

Mi madre cambió su humor a medida que fueron pasando los meses. Ya no era tan estricta conmigo, yo intentaba apoyarla en sus crisis y hacer que todo estuviese a su gusto. Jamás hablamos sobre mi padre. Supongo que ella se sentía culpable por su marcha. Quizá si hubiese llevado de otra forma la enfermedad, si no hubiese sido tan antipática...

El amor a veces no basta. O quizá no hubo suficiente amor. Quizá tampoco me quiso a mí. Cada día las mismas dudas revoloteaban mi cabeza.

Desde que mi padre se fue no fui la misma. A medida que pasaban los años estaba más segura de ello. Pronto mi madre se recuperó del todo pero tampoco consiguió ser la misma. Nunca volvimos a ser las mismas. Se colgaba de cada hombre que le prestaba un poco de atención para después abandonarla, pero ella no sufría porque no quiso a ninguno de esos hombres como quería a mi padre. Simplemente no le gustaba estar sola.

Yo sentía un vacío que jamás supe paliar. Por suerte no me desvié mucho del camino y comencé a estudiar en la universidad. Siempre busqué el amor que me faltaba para estar completa, siempre quise sentirme realmente querida pero quizá no era el amor de otros hombres lo que necesitaba, quizá lo único que necesitaba era volver a ver a mi padre, una explicación.

Me separo de la ventana, aquellos recuerdos me aterran. Es un capítulo que he archivado, algo en lo que no me gusta pensar. No sé si está superado, tampoco quiero saberlo. Soy como soy por todo lo que he vivido, algunas veces cosas buenas otras, no tanto. Nunca llegué a saber el verdadero motivo de la marcha de mi padre y aunque lo conociese sé que no lo entendería, nadie abandona algo que quiere por muy difícil que sea. Nadie destroza así a otra persona porque esté exhausto. Es algo con lo que he aprendido a vivir.

Siempre me ha asustado el abandono pero cuando lo sufres por parte de alguien tan importante como lo era mi padre, cualquier otro abandono parece minúsculo. Te vuelves inmune. Nadie podrá decepcionarme tanto nunca, es la ventaja con la que cuento.

Me acomodo en mi cama, aún tengo sábanas de invierno, tardo poco en sentirme calentita. Antes de dormir siempre reviso mis redes sociales en busca de cotilleos y novedades. Recuerdo el mensaje de Alex, lo releo y le respondo. Paso varios segundos pensando qué palabras usar. ¿Por qué me tomo tantas molestias?.


El método cerveza mañanera es infalible para la resaca, seguro que ya lo conoces. Llegué viva, es lo importante.” ...

7 comentarios:

  1. Esta parte debería ir acompañada de pañuelitos perfumados para secar las lágrimas 😭😭😭

    ResponderEliminar
  2. Oh Dios mío, ¡¡¡me has hecho llorar!!! :(
    Esta parte ha sido muy triste, yo he pasado por algo parecido...joooo, ¡ahora amo más tu historia!
    Se me ha hecho cortito, ahora esperar ^^
    Un besito

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. joo lo sientooo, espero que cuando a Cris le pasen cosas buenas también te sientas identificada :)
      He leído tu blog, muchísimas gracias por lo que has puesto, me he emocionado al leerte! Yo te emociono a ti y tu ami jajaja
      Un beso guapaa!

      Eliminar
    2. No pasa nada guapa ;) y si, yo creo que me sentiré identificada, estoy empatizando mucho con los personajes, sobretodo con Cris.
      Jajajaja me alegra que te haya emocionado mi post, eso significa que te ha encantado, y yo contentísima de recomendarte. Espero que tu historia llegue muy lejos! ^^
      Un besito

      Eliminar
  3. Aquí sigo cumpliendo mi promesa con pañuelos en la mano!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaja es que las promesas que no se cumplen son las mejores :P

      Eliminar