6.10.2015

diezdejunio

Prólogo.

Puede que nunca cambie, que mis vivencias y decepciones no me enseñen nada. Nunca he sabido aprender. Mi realidad es dura y no quiero aceptarla. Me cuesta recomponerme tras cada fracaso sentimental, no me sorprenden, se que tarde o temprano llega, estoy acostumbrada al fracaso. Cada vez me recompongo más rápido. Es algo inercial, siempre el mismo curso: llegan, me destrozan y se van; es lo que espero, incluso creo que si no pasase así me decepcionaría.

No soy mala persona, nunca he donado nada a la caridad ni hago trabajos sociales pero no soy una mala persona. Puede que tampoco buena. Quizá esté en el limbo de las personas sin adjetivo. Quizá me arrebataron mi adjetivo.

No me da miedo volver a enamorarme, volver a fracasar, no es eso, soy una talibana del amor. Lo que realmente temo es no poder sentirlo como las primeras veces, como cuando mi inocencia me permitía vivirlo de verdad, cuando no había nada que distorsionase el amor que yo quería sentir. Ahora todo está plagado de tópicos, leyes absurdas, inmadurez, es sucio, no soy capaz de sentir amor pero me destroza igual. Me recompongo y espero que venga otro a volver a destrozarme y yo pueda sentir que soy capaz de recomponerme, mucho más rápido que la vez anterior; y llegará un momento en el que no necesite recomponerme, en el que no necesite amor. Un amor que acabe con el amor.

El amor me hace frágil, lo sé y no me gusta. Últimamente lo evito, no quiero relacionarme con los hombres, supongo que tengo muy reciente lo de Alberto, lo estoy pasando mal.  Él sabía lo frágil que era a su lado, por eso me hizo añicos. Estoy enfadada conmigo misma, porque desde el primer momento en que lo vi y cada minuto que pasé con él durante esos dos años, supe que pasaría. Supe que me destrozaría. Pero nunca me escucho, no escucho consejos de nadie, y menos los míos propios. Soy una enamorada del concepto amor, de los finales felices, de los cuentos, no puedo aferrarme a otra cosa que no sea eso. Es como estar agarrada a una tabla en la inmensidad del océano de la que sabes acabarás soltándote. Cada vez tengo menos fuerzas, cada vez estoy más cerca de soltarme del todo. Agarrada aquí me siento a salvo pero cada vez que flaquean mis fuerzas me asusto, no sé que me espera más allá de esta tabla, no quiero soltar mi concepto de amor, me gusta así tal y como yo lo he creado, tal y como creo en él. Quizá si espero un poco más, si me agarro más fuerte,...


Es inútil, sé que es cuestión de tiempo que suelte esta tabla. Mi sonrisa va siendo más pequeña, mi ilusión brilla menos, mi sangre es más fría. No confío, no soy feliz, demasiado desengaños, sobre todo Alberto, él ha acabado completamente conmigo. No me gusta verme así, soy una chica alegre y dicharachera no este cuerpo que divaga malhumorado por las calles de Sevilla durante los últimos meses. Sé que soy yo la única capaz de cambiar las cosas, que puedo volver a hacer como si nada, pero estoy muy cansada de fingir, de vestirme de sonrisa para los demás, de hacer como si mi mayor problema fuese qué conjunto ponerme para salir un sábado con mis amigas. Ya no soy así. Quiero incomunicarme, que no lluevan noticias del exterior, esconderme donde nadie pueda hacerme daño, donde no tenga que esperar nada de nadie. No pido ser feliz, ya no pido que me quieran, sólo que no me destrocen. Sólo eso. 

Capítulo uno. La boda.

A pesar de que era una de esas tardes de primavera en las que los rayos de sol bañan la ciudad, yo respiraba nostalgia en cada soplo de viento que acariciaba mi rostro. Se veían algunas nubes, pero no nubes de lluvia. Comienza a hacer calor en la ciudad. Este tiempo te obliga a estar alegre y entre tantas personas alegres destacamos las tristes.

El lugar que han elegido para la boda es impresionante, en pleno centro de Sevilla, desde aquí sentada puedo ver la catedral. Es un precioso jardín de un hotel, todo es verde a nuestro alrededor. Todas las mesas, vestidas con un gusto exquisito, están dispuestas alrededor de una fuente circular, el sonido del agua cayendo nos envuelve junto con el cuarteto de cuerda que toca en el césped. No hay muchos invitados, mi prima siempre había querido algo perfecto e íntimo. Creo que lo ha conseguido.

El hotel parece un palacio árabe y ella está guapísima, parece una princesa, su melena dorada descansa sobre sus hombros desnudos que le proporcionan el vestido palabra de honor con un bordado dorado decorando su escote. Le hace una figura preciosa, aunque eso es fácil porque tiene un cuerpazo. Desde aquí la puedo ver en la mesa de enfrente, resaltan sus enormes ojos verdes. Le lanzo un beso. El novio también es espectacular, no lo conozco mucho pero sé que la hace muy feliz porque siempre me ha hablado muy bien de él. El traje le queda perfecto, le resalta la anchura de la espalda. Tiene una melena morena peinada hacia atrás y unos intensos ojos azules. Mira a mi prima Elena como si fuese la última vez, aprovecha cada imagen de ella; parece como si su retina estuviese almacenando cada detalle de ella por si nunca más pudiese volver a verla. En estos momentos es cuando me agarro más fuerte a mi tabla, es posible.

Estoy muy contenta de que por lo menos ella lo haya podido encontrar. Aunque si soy sincera, no es un buen momento para ver semejantes detalles. Estoy condenada a la infelicidad eterna.

Comienzo a sentir calor, me abanico con la tarjeta del menú, resoplo y miro a mi derecha, donde está mi acompañante, me devuelve la mirada con una pequeña sonrisa bajo su naricita, está impresionante, no sé qué haría sin ella. Sus labios rojos resaltan en su alargado rostro en el que se pueden divisar algunas pecas, le da un toque aniñado para los veintiséis años que ha cumplido hace varios meses. Me mira tiernamente con sus brillantes ojos color avellana.

-            Deja de quejarte – Me dice Amanda cariñosamente mientras posa su mano sobre mi brazo, a lo que le respondo con una sonrisa. Siempre sabe lo que estoy pensando, lo que necesito.

Aún me sorprendo que haya aceptado venir, odia las bodas a pesar de estar felizmente emparejada, dice que es un paripé para sacarnos el dinero. La verdad es que es muy buena amiga, sabe que si no me hubiese acompañado no habría sido capaz de venir. Sólo me puso una condición:
-          Está bien, iré, pero no pienso gastarme un solo céntimo en el vestido. Que nos conocemos.
Me dijo mientras yo la convencía al otro lado del teléfono.

Amanda encontró en su fondo de armario un mono rojo de pata de elefante con un volante en cada manga a la sisa que había usado para la comunión de una sobrina de Pedro, su novio. Lo adornó con un cinturón estrecho dorado y unos tacones de infarto, había quedado espectacular. Todos los hombres la miraron al entrar, es muy llamativa, su espesa melena oscura y rizada le descansa sobre el pecho y resalta su tez pálida.

Yo necesitaba gastarme dinero porque eso me ayuda a ser un poco más feliz, es algo momentáneo pero prefiero sentirlo aunque solo sea por un momento. Me compré este vestido hacía por lo menos un mes, lo vi en un escaparate de una boutique del centro, en la calle cuna. Un vestido largo en tono beis con algunas pequeñas florecillas rojas, de tirantas y con un escote en forma de uve y un enorme escote trasero que no me había permitido ponerme sujetador pero no quedaba vulgar porque apenas tengo pecho, eso fue lo que me dijo Amanda cuando me lo probé.  Se ajusta a mi cuerpo sin marcarse y tiene una pequeña abertura en un lateral que sube hasta mi escuálida rodilla derecha. Me había puesto unas sandalias Louboutin doradas que me auto-regalé en uno de mis cumpleaños, son preciosas pero me estaban haciendo daño nada más salir de casa.  

Puedo describir con un adjetivo a las personas con las que estoy sentada y no los conozco, son amigos de mi prima. Tendremos más o menos la misma edad. La rubia que parlotea con Amanda: estirada, va vestida con ropa que seguro es carísima y tiene voz de maruja; la pareja que está al lado: azúcar glass, no han parado de besarse y tocarse desde que se sentaron. La otra pareja que está al lado de los azúcar glass él: mafioso, lleva ese bigote del padrino y tiene una voz ronca que acompañado de sus gafas que no dejan ver sus ojos parece que esté queriendo venderte droga o armas. Su novia: conejita playboy, es la típica pelirroja de pechos operados y mirada lasciva, su vestido es demasiado corto y su escote demasiado grande, son una pareja un tanto rara. A su lado hay un chico bajito con barba: siniestro, tiene una mirada perversa, no me transmite confianza y me sonríe cada vez que lo miro que es bastantes veces porque está casi delante de mí. Al lado de siniestro: guapo, apenas sonríe, es moreno de piel y pelo, rapado y con una barba de unos tres días. Tiene una cara cuadrada en la que se le marca la mandíbula, sus ojos negros son enmarcados por unas espesas cejas también oscuras, es muy alto aun estando sentado y el traje le queda tan bien, le marca la anchura de la espalda, denota que va al gimnasio, quizá su adjetivo completo sea: guapo gym. Y para terminar a mi izquierda un rubio al que llevo escuchando hablar todo el tiempo que llevo aquí, y me está poniendo nerviosa su acento madrileño, su adjetivo será rubio, no quiero ser mala pero podría ser perfectamente repelente. Lleva un tupé hacia atrás, tiene cara de niño, quizá sea el más joven de la mesa. Sus ojos verdes resaltan en su rostro moreno. También es alto y estoy segura que también va al gimnasio; se quitó la chaqueta y puedo ver sus músculos marcados bajo su camisa celeste. No he podido evitar mirar sus manos, son enormes y lleva en su muñeca izquierda un reloj redondo grande, muy masculino. Me encantan ese tipo de relojes.

No he hablado con nadie desde que nos sentamos, me limito a sonreír o asentir si me preguntan algo. Amanda, en cambio, habla con toda su parte de la mesa, con estirada, azúcar glass y mafioso que no para de comérsela con los ojos aunque a conejito playboy no parece importarle porque ella hace lo mismo con los tres jóvenes que están a mi izquierda. Siniestro no para de mirarle los pechos, y es que es difícil no verlos pero lo hace de una forma que me pone los pelos de punta.

Me gusta observar a las personas. Lo prefiero antes que hablar con ellas, se pueden descubrir muchas más cosas tan solo con observarlas. Ya llevo varias horas observando y el sol me da de lleno, noto como comienzo a sudar y mi maquillaje poco a poco se está estropeando. Todos bebemos vino blanco mientras esperamos el segundo plato, hojaldre de corvina gratinado. Suena bien pero ya estoy muy llena con los entrantes y la ensalada de gambas.

-          Nos va a dar una lipotimia – Me susurra rubio acercándose. Usa un tono bromista y me dedica una sonrisa. Su sonrisa es increíble y luce unos dientes perfectamente blancos.

Miro a rubio y asiento con la cabeza poniendo los ojos en blanco. Aparto mi melena castaña hacia atrás dejando a la vista mi cuello, para airearlo. Sus verdes ojos van directos a mi cuello. No me gusta lo que siento cuando me mira, tiene una mirada sucia y una mueca perversa en su sonrisa encantadora. Quizá sea pariente de siniestro. Miro a Amanda para evitar otro cruce de palabras con rubio, hablar con hombres aún me recuerda a Alberto y el daño que me hizo; no puedo ser amable con ninguno pensando así y tampoco quiero ser la desagradable de la fiesta.

Empiezo a entristecerme y me doy cuenta que no podré soportar aquello sin la ayuda de varios gintonics. Tengo cara de acelga y todos los comensales se estan empezando a dar cuenta.

-          Amanda, necesito alcohol – Le susurro al oído en una súplica.

Amanda me hace un aspaviento con la mano, sin mirarme, está hablando con estirada sobre trajes de flamenca, le encantan, trabaja ayudando a una diseñadora de trajes de flamenca.
Miro hacia mi otro lado. Rubio le dice algo a guapo gym y se disponen a levantarse.

-          ¿Vienes? – Me pregunta rubio que ha visto la desesperación en mis ojos. Guapo gym se queda observándome, un poco más atrás. Les sienta muy bien el traje, es algo que no se puede negar.

-          ¿Dónde? – Pregunto confusa.
-          Esto es un muermo, tenemos que pasar a la acción o nos moriremos – Me susurra rubio al oído.

-          Ahora vuelvo Amanda. – Apenas me escucha.

No me lo pienso mucho, me levanto y voy con ellos hacia la barra. Hay una camarera rubia y bajita que se come a los dos chicos con los ojos, yo podría hacer lo mismo pero lo único que quiero es beber un gintonic o dos o tres... Quiero olvidarme de quién soy y empezar a pasármelo bien.

-          Dos gintonics y... – Rubio me mira esperando una respuesta.

-          Otro, póngame a mi otro.  – Le digo a la camarera que no para de sonreírles y apenas me ha mirado.

-          Por cierto, soy Rafa – Se presenta rubio. – Este es mi primo Alex.

-          Yo soy Cristina. – Saludo con dos besos a los chicos.

-          Conozco a todos los de la mesa pero a ti y a tu... – Comienza a decir Rafa. Yo, que soy muy rápida y se exactamente por donde van este tipo de chicos me invento una historia para que no me moleste mucho.

-          Sí, mi pareja.  – Amanda me matará, pienso – Es que Elena es mi prima y como en la mesa de los primos no quedaba sitio, ha decidido ponerme con sus amigos. Personas maravillosas por otro lado. – Se ha notado mi ironía.

-          Sí, la verdad es que a nuestra panda no le han sentado bien los años. – Comenta Alex, que es la primera vez que deja escuchar su voz. Y qué voz, ronca, muy masculina.  

-          ¿Pareja? – Dice extrañado Rafa. Asiento mientras me acomodo en un taburete que hay delante de la barra y doy mi primer sorbo al gintonic.

-          Perdónalo es un antiguo – Lo escusa Alex que se acomoda a mi lado. Rafa coge su vaso y comienza a hablar con la camarera. Se puede ver desde lejos que es un ligón nato y que hoy no se irá a casa solo.

-          No, no te preocupes, estamos acostumbradas.

-          Claro, es difícil de comprender, dos chicas tan guapas. – Alex mueve su copa con una media sonrisa en su rostro, parece como si hubiese descubierto mi mentira, como si supiese cosas sobre Amanda y sobre mí. Intento hacer memoria, lo miro bien, no, no lo conozco de nada.
-          Tengo buen gusto. – Digo mientras me recoloco el pelo. Alex sonríe.

-          Pedro se llevaría un disgusto si se enterase. – Abro los ojos como platos. Sí, me ha cazado. Pedro es el novio de Amanda. Sevilla, que es muy pequeña y al final todos estamos conectados de alguna u otra forma. Sonrío nerviosa.

-          Pedro está muy al tanto de todo – Salgo del paso como puedo esbozando una sonrisa. Tampoco es que me importe mucho qué pueda pensar de mí.

-          Primo que aquí no hay nada que hacer, que está en la otra acera. – Rafa se une a nuestra conversación guardando una servilleta con el número de la camarera apuntado en uno de sus bolsillos del pantalón.

-          La sacamos de allí de un empujón – Bromea Alex que da otro sorbo a su copa. Se hacen un gesto entre los dos. Un código de primos o algo así.

-          Cristi, Cristi.. no seas juguetona – Me dice Rafa mientras posa su mano en mi espalda desnuda. Siento su mano fría y un escalofrío recorre mi cuerpo – Me he enamorado de tu amiga desde que la he visto entrar por la puerta de la iglesia. – Confiesa con su característica sonrisa pilla.

-          Pues ve desenamorándote o su novio te pegará una paliza. – Digo en un tono muy borde que provoca en Alex una carcajada.

-          Si, primo. Conozco a su novio, juego con él al fútbol y es mejor que no lo intentes. Es un buen tío y además está muy fuerte.  – Sonríe.

-          Mira, yo me juego con vosotros lo que queráis a que me llevo a tu amiga conmigo antes de las doce de la noche. – Lo miro incrédula. Conozco a Amanda y está muy enamorada. Como para no estarlo, tiene a un hombre muy bueno y guapo a su lado que la trata como una princesa. En sus tres años de relación nunca han tenido un traspié y cada día es más feliz.
-          Lo que quieras. – Le tiendo la mano. Y qué mano tiene, grande y suave que aprieta la mía con fuerza mientras clava sus ojos en los míos grises.

Me levanto del taburete para ir con Amanda que me ha mirado desde la mesa exigiendo mi presencia.

-          Chicos, un placer. – Me contoneo hacia la mesa notando sus miradas en mí. Cuando llego miro hacia atrás y efectivamente, Rafa y Alex levantan sus copas en señal de brindis y yo hago lo mismo con la mía.

-          ¿Qué? Cuenta – Amanda me mira expectante.

-          Odio a los hombres Amy. Hablar con ellos me recuerda más lo bien que estaba con Alberto, sin tener que preocuparme si tenía el pelo bien, si decía lo correcto – Suspiro.

-          Joder Cris, no pienses en eso ahora. Hemos venido a pasárnoslo bien ¿no? – Y me coloca un mechón de pelo, yo asiento con la cabeza con la mirada perdida en la mesa de los novios. – Pues eso. Son dos tíos muy guapos, diviértete con ellos. No tienes que preocuparte por tu pelo ni por lo que dices porque estás guapísima y eres muy lista.  

-          Pero no me apetece. Cogería una botella de ginebra y me iría al baño a bebérmela tranquila.

-          Por lo menos inténtalo, y si no te diviertes yo misma cogeré la botella y nos iremos de aquí. – Y su sonrisa me tranquiliza. La sonrisa de Amanda es siempre una promesa de que todo saldrá bien. Mis peores momentos siempre están acompañados de esa sonrisa suya. No puedo evitar saltar hacia ella con los brazos abiertos y abrazarla.

-          Por cierto, cuidado con el rubio. Me ha dicho que va a por ti y no es de los que se cansan ante una negativa.

-          Te voy a matar. Todo lo que tengo que hacer por ti, esto no me lo vas a poder pagar en esta vida. – Amanda se despega de mí para coger mi copa y beber mientras me encojo de hombros.

14 comentarios:

  1. Me a gustado mucho, esperare impaciente tu próxima publicación!! Suerte!!

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    1. Muchas gracias Araceli, yo esperaré impaciente tu opinion del fragmento de mañana. Me alegro mucho de que te guste. Un beso.

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  2. Muy interesante... A ver qué pasa...

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    1. Gracias, me hace muy feliz saber que me lees, cada día iremos descubriendo que pasará con nuestra Cristina :)
      No te pierdas el fragmento de hoy.
      Un beso

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  3. Hola!
    Me encanta lo que escribes, me ha atrapado al instante ^^
    Esperaré al siguiente capítulo, me muero por saber que pasa.
    Un beso

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    1. Gracias por tus palabras. Cada día iremos descubriendo más, hoy ya puedes leer otro trocito! Un beso. ¡Nos leemos!

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  4. Genial ! Te leo de nuevo mañana :)

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    1. Muchas gracias por leerme Mica, el fragmento de hoy ya lo puedes leer y decirme que te parece. Un besito :)

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  5. ¡Hola! Te dejo el comentario en esta entrada que, por cierto, me ha enganchado desde el primer momento ;) La historia me está gustando mucho. Tiene ritmo y atrapa. Es fácil sentirte entre los personajes. Pero estoy intrigada, quiero saber más...así que iré pasando, por supuesto ;) Por otra parte, quería felicitarte por este proyecto. Me parece muy buena idea ir publicando de esta manera. ¡Un beso desde La buhardilla de Sam!

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    1. Hola! Muchísimas gracias por haberme leido y por tus palabras, me hace mucha ilusión. A mi también me encanta lo que escribes, me pasaré a visitarte también!
      Un besazo guapa!

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  6. ¡Hola! La verdad es que me ha gustado bastante, me iré pasando a leerte *.*
    Un besazo.

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    1. Hola! Muchísimas gracias Crsitina! Esperaré entusiasmada tus visitas y que me vayas diciendo :)
      Un beso!

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  7. Anónimo11:42 a. m.

    me ha encantadoo te conoci ayer por instagram y bueno me han enganchado totalmente, acabo de hablar contigo por intagram hace un ratito , asi que ya continuare leyendo porque no puedo quedar sin enterarme de lo que pasa

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    1. Muchísimas gracias! Me hace muchísima ilusión que te unas a las que ya somos:)

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