Prólogo.
Puede que
nunca cambie, que mis vivencias y decepciones no me enseñen nada. Nunca he
sabido aprender. Mi realidad es dura y no quiero aceptarla. Me cuesta
recomponerme tras cada fracaso sentimental, no me sorprenden, se que tarde o
temprano llega, estoy acostumbrada al fracaso. Cada vez me recompongo más
rápido. Es algo inercial, siempre el mismo curso: llegan, me destrozan y se
van; es lo que espero, incluso creo que si no pasase así me decepcionaría.
No soy mala
persona, nunca he donado nada a la caridad ni hago trabajos sociales pero no
soy una mala persona. Puede que tampoco buena. Quizá esté en el limbo de las
personas sin adjetivo. Quizá me arrebataron mi adjetivo.
No me da
miedo volver a enamorarme, volver a fracasar, no es eso, soy una talibana del
amor. Lo que realmente temo es no poder sentirlo como las primeras veces, como
cuando mi inocencia me permitía vivirlo de verdad, cuando no había nada que
distorsionase el amor que yo quería sentir. Ahora todo está plagado de tópicos,
leyes absurdas, inmadurez, es sucio, no soy capaz de sentir amor pero me
destroza igual. Me recompongo y espero que venga otro a volver a destrozarme y
yo pueda sentir que soy capaz de recomponerme, mucho más rápido que la vez
anterior; y llegará un momento en el que no necesite recomponerme, en el que no
necesite amor. Un amor que acabe con el amor.
El amor me
hace frágil, lo sé y no me gusta. Últimamente lo evito, no quiero relacionarme
con los hombres, supongo que tengo muy reciente lo de Alberto, lo estoy pasando
mal. Él sabía lo frágil que era a su
lado, por eso me hizo añicos. Estoy enfadada conmigo misma, porque desde el
primer momento en que lo vi y cada minuto que pasé con él durante esos dos años,
supe que pasaría. Supe que me destrozaría. Pero nunca me escucho, no escucho
consejos de nadie, y menos los míos propios. Soy una enamorada del concepto
amor, de los finales felices, de los cuentos, no puedo aferrarme a otra cosa
que no sea eso. Es como estar agarrada a una tabla en la inmensidad del océano
de la que sabes acabarás soltándote. Cada vez tengo menos fuerzas, cada vez
estoy más cerca de soltarme del todo. Agarrada aquí me siento a salvo pero cada
vez que flaquean mis fuerzas me asusto, no sé que me espera más allá de esta
tabla, no quiero soltar mi concepto de amor, me gusta así tal y como yo lo he
creado, tal y como creo en él. Quizá si espero un poco más, si me agarro más
fuerte,...
Es inútil,
sé que es cuestión de tiempo que suelte esta tabla. Mi sonrisa va siendo más
pequeña, mi ilusión brilla menos, mi sangre es más fría. No confío, no soy
feliz, demasiado desengaños, sobre todo Alberto, él ha acabado completamente
conmigo. No me gusta verme así, soy una chica alegre y dicharachera no este
cuerpo que divaga malhumorado por las calles de Sevilla durante los últimos
meses. Sé que soy yo la única capaz de cambiar las cosas, que puedo volver a
hacer como si nada, pero estoy muy cansada de fingir, de vestirme de sonrisa
para los demás, de hacer como si mi mayor problema fuese qué conjunto ponerme
para salir un sábado con mis amigas. Ya no soy así. Quiero incomunicarme, que
no lluevan noticias del exterior, esconderme donde nadie pueda hacerme daño,
donde no tenga que esperar nada de nadie. No pido ser feliz, ya no pido que me
quieran, sólo que no me destrocen. Sólo eso.
Capítulo uno. La boda.
A pesar de
que era una de esas tardes de primavera en las que los rayos de sol bañan la
ciudad, yo respiraba nostalgia en cada soplo de viento que acariciaba mi
rostro. Se veían algunas nubes, pero no nubes de lluvia. Comienza a hacer calor
en la ciudad. Este tiempo te obliga a estar alegre y entre tantas personas
alegres destacamos las tristes.
El lugar que
han elegido para la boda es impresionante, en pleno centro de Sevilla, desde
aquí sentada puedo ver la catedral. Es un precioso jardín de un hotel, todo es
verde a nuestro alrededor. Todas las mesas, vestidas con un gusto exquisito,
están dispuestas alrededor de una fuente circular, el sonido del agua cayendo
nos envuelve junto con el cuarteto de cuerda que toca en el césped. No hay
muchos invitados, mi prima siempre había querido algo perfecto e íntimo. Creo
que lo ha conseguido.
El hotel
parece un palacio árabe y ella está guapísima, parece una princesa, su melena
dorada descansa sobre sus hombros desnudos que le proporcionan el vestido
palabra de honor con un bordado dorado decorando su escote. Le hace una figura
preciosa, aunque eso es fácil porque tiene un cuerpazo. Desde aquí la puedo ver
en la mesa de enfrente, resaltan sus enormes ojos verdes. Le lanzo un beso. El
novio también es espectacular, no lo conozco mucho pero sé que la hace muy
feliz porque siempre me ha hablado muy bien de él. El traje le queda perfecto,
le resalta la anchura de la espalda. Tiene una melena morena peinada hacia
atrás y unos intensos ojos azules. Mira a mi prima Elena como si fuese la
última vez, aprovecha cada imagen de ella; parece como si su retina estuviese
almacenando cada detalle de ella por si nunca más pudiese volver a verla. En
estos momentos es cuando me agarro más fuerte a mi tabla, es posible.
Estoy muy
contenta de que por lo menos ella lo haya podido encontrar. Aunque si soy
sincera, no es un buen momento para ver semejantes detalles. Estoy condenada a
la infelicidad eterna.
Comienzo a
sentir calor, me abanico con la tarjeta del menú, resoplo y miro a mi derecha,
donde está mi acompañante, me devuelve la mirada con una pequeña sonrisa bajo
su naricita, está impresionante, no sé qué haría sin ella. Sus labios rojos
resaltan en su alargado rostro en el que se pueden divisar algunas pecas, le da
un toque aniñado para los veintiséis años que ha cumplido hace varios meses. Me
mira tiernamente con sus brillantes ojos color avellana.
- Deja
de quejarte – Me dice Amanda cariñosamente mientras posa su mano sobre mi
brazo, a lo que le respondo con una sonrisa. Siempre sabe lo que estoy
pensando, lo que necesito.
Aún me
sorprendo que haya aceptado venir, odia las bodas a pesar de estar felizmente
emparejada, dice que es un paripé para sacarnos el dinero. La verdad es que es
muy buena amiga, sabe que si no me hubiese acompañado no habría sido capaz de
venir. Sólo me puso una condición:
-
Está
bien, iré, pero no pienso gastarme un solo céntimo en el vestido. Que nos
conocemos.
Me dijo
mientras yo la convencía al otro lado del teléfono.
Amanda
encontró en su fondo de armario un mono rojo de pata de elefante con un volante
en cada manga a la sisa que había usado para la comunión de una sobrina de
Pedro, su novio. Lo adornó con un cinturón estrecho dorado y unos tacones de
infarto, había quedado espectacular. Todos los hombres la miraron al entrar, es
muy llamativa, su espesa melena oscura y rizada le descansa sobre el pecho y
resalta su tez pálida.
Yo
necesitaba gastarme dinero porque eso me ayuda a ser un poco más feliz, es algo
momentáneo pero prefiero sentirlo aunque solo sea por un momento. Me compré
este vestido hacía por lo menos un mes, lo vi en un escaparate de una boutique
del centro, en la calle cuna. Un vestido largo en tono beis con algunas
pequeñas florecillas rojas, de tirantas y con un escote en forma de uve y un
enorme escote trasero que no me había permitido ponerme sujetador pero no
quedaba vulgar porque apenas tengo pecho, eso fue lo que me dijo Amanda cuando
me lo probé. Se ajusta a mi cuerpo sin
marcarse y tiene una pequeña abertura en un lateral que sube hasta mi escuálida
rodilla derecha. Me había puesto unas sandalias Louboutin doradas que me auto-regalé
en uno de mis cumpleaños, son preciosas pero me estaban haciendo daño nada más salir
de casa.
Puedo
describir con un adjetivo a las personas con las que estoy sentada y no los
conozco, son amigos de mi prima. Tendremos más o menos la misma edad. La rubia
que parlotea con Amanda: estirada, va vestida con ropa que seguro es carísima y
tiene voz de maruja; la pareja que está al lado: azúcar glass, no han parado de
besarse y tocarse desde que se sentaron. La otra pareja que está al lado de los
azúcar glass él: mafioso, lleva ese bigote del padrino y tiene una voz ronca
que acompañado de sus gafas que no dejan ver sus ojos parece que esté queriendo
venderte droga o armas. Su novia: conejita playboy, es la típica pelirroja de
pechos operados y mirada lasciva, su vestido es demasiado corto y su escote
demasiado grande, son una pareja un tanto rara. A su lado hay un chico bajito
con barba: siniestro, tiene una mirada perversa, no me transmite confianza y me
sonríe cada vez que lo miro que es bastantes veces porque está casi delante de
mí. Al lado de siniestro: guapo, apenas sonríe, es moreno de piel y pelo,
rapado y con una barba de unos tres días. Tiene una cara cuadrada en la que se
le marca la mandíbula, sus ojos negros son enmarcados por unas espesas cejas también
oscuras, es muy alto aun estando sentado y el traje le queda tan bien, le marca
la anchura de la espalda, denota que va al gimnasio, quizá su adjetivo completo
sea: guapo gym. Y para terminar a mi izquierda un rubio al que llevo escuchando
hablar todo el tiempo que llevo aquí, y me está poniendo nerviosa su acento madrileño,
su adjetivo será rubio, no quiero ser mala pero podría ser perfectamente
repelente. Lleva un tupé hacia atrás, tiene cara de niño, quizá sea el más
joven de la mesa. Sus ojos verdes resaltan en su rostro moreno. También es alto
y estoy segura que también va al gimnasio; se quitó la chaqueta y puedo ver sus
músculos marcados bajo su camisa celeste. No he podido evitar mirar sus manos,
son enormes y lleva en su muñeca izquierda un reloj redondo grande, muy
masculino. Me encantan ese tipo de relojes.
No he
hablado con nadie desde que nos sentamos, me limito a sonreír o asentir si me
preguntan algo. Amanda, en cambio, habla con toda su parte de la mesa, con
estirada, azúcar glass y mafioso que no para de comérsela con los ojos aunque a
conejito playboy no parece importarle porque ella hace lo mismo con los tres
jóvenes que están a mi izquierda. Siniestro no para de mirarle los pechos, y es
que es difícil no verlos pero lo hace de una forma que me pone los pelos de
punta.
Me gusta
observar a las personas. Lo prefiero antes que hablar con ellas, se pueden
descubrir muchas más cosas tan solo con observarlas. Ya llevo varias horas
observando y el sol me da de lleno, noto como comienzo a sudar y mi maquillaje
poco a poco se está estropeando. Todos bebemos vino blanco mientras esperamos
el segundo plato, hojaldre de corvina gratinado. Suena bien pero ya estoy muy
llena con los entrantes y la ensalada de gambas.
-
Nos
va a dar una lipotimia – Me susurra rubio acercándose. Usa un tono bromista y
me dedica una sonrisa. Su sonrisa es increíble y luce unos dientes
perfectamente blancos.
Miro a rubio
y asiento con la cabeza poniendo los ojos en blanco. Aparto mi melena castaña
hacia atrás dejando a la vista mi cuello, para airearlo. Sus verdes ojos van
directos a mi cuello. No me gusta lo que siento cuando me mira, tiene una
mirada sucia y una mueca perversa en su sonrisa encantadora. Quizá sea pariente
de siniestro. Miro a Amanda para evitar otro cruce de palabras con rubio, hablar
con hombres aún me recuerda a Alberto y el daño que me hizo; no puedo ser
amable con ninguno pensando así y tampoco quiero ser la desagradable de la
fiesta.
Empiezo a
entristecerme y me doy cuenta que no podré soportar aquello sin la ayuda de
varios gintonics. Tengo cara de acelga y todos los comensales se estan
empezando a dar cuenta.
-
Amanda,
necesito alcohol – Le susurro al oído en una súplica.
Amanda me
hace un aspaviento con la mano, sin mirarme, está hablando con estirada sobre
trajes de flamenca, le encantan, trabaja ayudando a una diseñadora de trajes de
flamenca.
Miro hacia
mi otro lado. Rubio le dice algo a guapo gym y se disponen a levantarse.
-
¿Vienes?
– Me pregunta rubio que ha visto la desesperación en mis ojos. Guapo gym se
queda observándome, un poco más atrás. Les sienta muy bien el traje, es algo
que no se puede negar.
-
¿Dónde?
– Pregunto confusa.
-
Esto
es un muermo, tenemos que pasar a la acción o nos moriremos – Me susurra rubio
al oído.
-
Ahora
vuelvo Amanda. – Apenas me escucha.
No me lo
pienso mucho, me levanto y voy con ellos hacia la barra. Hay una camarera rubia
y bajita que se come a los dos chicos con los ojos, yo podría hacer lo mismo
pero lo único que quiero es beber un gintonic o dos o tres... Quiero olvidarme
de quién soy y empezar a pasármelo bien.
-
Dos
gintonics y... – Rubio me mira esperando una respuesta.
-
Otro,
póngame a mi otro. – Le digo a la camarera
que no para de sonreírles y apenas me ha mirado.
-
Por
cierto, soy Rafa – Se presenta rubio. – Este es mi primo Alex.
-
Yo
soy Cristina. – Saludo con dos besos a los chicos.
-
Conozco
a todos los de la mesa pero a ti y a tu... – Comienza a decir Rafa. Yo, que soy
muy rápida y se exactamente por donde van este tipo de chicos me invento una
historia para que no me moleste mucho.
-
Sí,
mi pareja. – Amanda me matará, pienso –
Es que Elena es mi prima y como en la mesa de los primos no quedaba sitio, ha
decidido ponerme con sus amigos. Personas maravillosas por otro lado. – Se ha
notado mi ironía.
-
Sí,
la verdad es que a nuestra panda no le han sentado bien los años. – Comenta
Alex, que es la primera vez que deja escuchar su voz. Y qué voz, ronca, muy
masculina.
-
¿Pareja?
– Dice extrañado Rafa. Asiento mientras me acomodo en un taburete que hay
delante de la barra y doy mi primer sorbo al gintonic.
-
Perdónalo
es un antiguo – Lo escusa Alex que se acomoda a mi lado. Rafa coge su vaso y
comienza a hablar con la camarera. Se puede ver desde lejos que es un ligón
nato y que hoy no se irá a casa solo.
-
No,
no te preocupes, estamos acostumbradas.
-
Claro,
es difícil de comprender, dos chicas tan guapas. – Alex mueve su copa con una
media sonrisa en su rostro, parece como si hubiese descubierto mi mentira, como
si supiese cosas sobre Amanda y sobre mí. Intento hacer memoria, lo miro bien,
no, no lo conozco de nada.
-
Tengo
buen gusto. – Digo mientras me recoloco el pelo. Alex sonríe.
-
Pedro
se llevaría un disgusto si se enterase. – Abro los ojos como platos. Sí, me ha
cazado. Pedro es el novio de Amanda. Sevilla, que es muy pequeña y al final
todos estamos conectados de alguna u otra forma. Sonrío nerviosa.
-
Pedro
está muy al tanto de todo – Salgo del paso como puedo esbozando una sonrisa.
Tampoco es que me importe mucho qué pueda pensar de mí.
-
Primo
que aquí no hay nada que hacer, que está en la otra acera. – Rafa se une a
nuestra conversación guardando una servilleta con el número de la camarera
apuntado en uno de sus bolsillos del pantalón.
-
La
sacamos de allí de un empujón – Bromea Alex que da otro sorbo a su copa. Se
hacen un gesto entre los dos. Un código de primos o algo así.
-
Cristi,
Cristi.. no seas juguetona – Me dice Rafa mientras posa su mano en mi espalda
desnuda. Siento su mano fría y un escalofrío recorre mi cuerpo – Me he
enamorado de tu amiga desde que la he visto entrar por la puerta de la iglesia.
– Confiesa con su característica sonrisa pilla.
-
Pues
ve desenamorándote o su novio te pegará una paliza. – Digo en un tono muy borde
que provoca en Alex una carcajada.
-
Si,
primo. Conozco a su novio, juego con él al fútbol y es mejor que no lo
intentes. Es un buen tío y además está muy fuerte. – Sonríe.
-
Mira,
yo me juego con vosotros lo que queráis a que me llevo a tu amiga conmigo antes
de las doce de la noche. – Lo miro incrédula. Conozco a Amanda y está muy
enamorada. Como para no estarlo, tiene a un hombre muy bueno y guapo a su lado
que la trata como una princesa. En sus tres años de relación nunca han tenido
un traspié y cada día es más feliz.
-
Lo
que quieras. – Le tiendo la mano. Y qué mano tiene, grande y suave que aprieta
la mía con fuerza mientras clava sus ojos en los míos grises.
Me levanto
del taburete para ir con Amanda que me ha mirado desde la mesa exigiendo mi
presencia.
-
Chicos,
un placer. – Me contoneo hacia la mesa notando sus miradas en mí. Cuando llego
miro hacia atrás y efectivamente, Rafa y Alex levantan sus copas en señal de
brindis y yo hago lo mismo con la mía.
-
¿Qué?
Cuenta – Amanda me mira expectante.
-
Odio
a los hombres Amy. Hablar con ellos me recuerda más lo bien que estaba con Alberto,
sin tener que preocuparme si tenía el pelo bien, si decía lo correcto –
Suspiro.
-
Joder
Cris, no pienses en eso ahora. Hemos venido a pasárnoslo bien ¿no? – Y me
coloca un mechón de pelo, yo asiento con la cabeza con la mirada perdida en la
mesa de los novios. – Pues eso. Son dos tíos muy guapos, diviértete con ellos.
No tienes que preocuparte por tu pelo ni por lo que dices porque estás
guapísima y eres muy lista.
-
Pero
no me apetece. Cogería una botella de ginebra y me iría al baño a bebérmela
tranquila.
-
Por
lo menos inténtalo, y si no te diviertes yo misma cogeré la botella y nos
iremos de aquí. – Y su sonrisa me tranquiliza. La sonrisa de Amanda es siempre
una promesa de que todo saldrá bien. Mis peores momentos siempre están
acompañados de esa sonrisa suya. No puedo evitar saltar hacia ella con los
brazos abiertos y abrazarla.
-
Por
cierto, cuidado con el rubio. Me ha dicho que va a por ti y no es de los que se
cansan ante una negativa.
-
Te
voy a matar. Todo lo que tengo que hacer por ti, esto no me lo vas a poder
pagar en esta vida. – Amanda se despega de mí para coger mi copa y beber
mientras me encojo de hombros.
Me a gustado mucho, esperare impaciente tu próxima publicación!! Suerte!!
ResponderEliminarMuchas gracias Araceli, yo esperaré impaciente tu opinion del fragmento de mañana. Me alegro mucho de que te guste. Un beso.
EliminarMuy interesante... A ver qué pasa...
ResponderEliminarGracias, me hace muy feliz saber que me lees, cada día iremos descubriendo que pasará con nuestra Cristina :)
EliminarNo te pierdas el fragmento de hoy.
Un beso
Hola!
ResponderEliminarMe encanta lo que escribes, me ha atrapado al instante ^^
Esperaré al siguiente capítulo, me muero por saber que pasa.
Un beso
Gracias por tus palabras. Cada día iremos descubriendo más, hoy ya puedes leer otro trocito! Un beso. ¡Nos leemos!
EliminarGenial ! Te leo de nuevo mañana :)
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme Mica, el fragmento de hoy ya lo puedes leer y decirme que te parece. Un besito :)
Eliminar¡Hola! Te dejo el comentario en esta entrada que, por cierto, me ha enganchado desde el primer momento ;) La historia me está gustando mucho. Tiene ritmo y atrapa. Es fácil sentirte entre los personajes. Pero estoy intrigada, quiero saber más...así que iré pasando, por supuesto ;) Por otra parte, quería felicitarte por este proyecto. Me parece muy buena idea ir publicando de esta manera. ¡Un beso desde La buhardilla de Sam!
ResponderEliminarHola! Muchísimas gracias por haberme leido y por tus palabras, me hace mucha ilusión. A mi también me encanta lo que escribes, me pasaré a visitarte también!
EliminarUn besazo guapa!
¡Hola! La verdad es que me ha gustado bastante, me iré pasando a leerte *.*
ResponderEliminarUn besazo.
Hola! Muchísimas gracias Crsitina! Esperaré entusiasmada tus visitas y que me vayas diciendo :)
EliminarUn beso!
me ha encantadoo te conoci ayer por instagram y bueno me han enganchado totalmente, acabo de hablar contigo por intagram hace un ratito , asi que ya continuare leyendo porque no puedo quedar sin enterarme de lo que pasa
ResponderEliminarMuchísimas gracias! Me hace muchísima ilusión que te unas a las que ya somos:)
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